Muchos de vosotros ni siquiera habéis llegado a cumplir esta edad, los 25 tacos, pues nuestro aliado Sónar lo acaba de hacer. El que para mí sigue siendo el festival de referencia de España (no en vano lo he vivido 18 años ininterrumpidamente) se cocinó por primera vez en unos fogones donde no existían ni la mitad de las cosas que para la inmensa mayoría del rebaño son imprescindibles ahora: el móvil con pantalla táctil, las redes sociales, un maldito ‘like’, las apps con las que nos despertamos y nos acostamos, etc. Corría el 1994. Sin embargo sí que existían ya grandes valedores de la música electrónica y personas entusiasmadas en que fuesen divulgados de un modo distinto. Un examen y escaparate cultural que vaya si se ha extendido y crecido hasta nuestros días. La Tierra se les ha quedado ya tan pequeña que ni cortos ni perezosos y aprovechando una edición tan especial, Sónar ha estado transmitiendo señales y música hacia la Estrella de Luyten b (exoplaneta potencialmente habitable ubicado a 12,4 años luz de aquí). Quien sabe, quizás en unos años nos vemos los distintos escenarios del Sónar plagados por seres extraños y coloristas como si de un episodio de la Guerra de las Galaxias se tratase ¡Bienvenidos a Sónar amigos pa'lowicks! Mientras eso sucede, volvamos a pisar nuestro suelo y a revivir lo ocurrido hace muy pocos días en el 41°21′51″N 2°09′29″E; esto es, la Fira de Barcelona Montjuïc. Sónar, y su primera jornada de Día.
Para estar orgullosos: nacionales
El enorme pero nada sencillo honor de dar el pistoletazo de salida ha corrido a cargo de, como no, artistas patrios. Entre estos abanderados nombres como Ivana Ray, Absolute Terror o Alex Silva, quienes han cumplido con creces dicha labor. Sin embargo permitidme me dirija como un cohete, como una exhalación, hacia dos caballeros por los que los años pasan igual que por el mejor Vega Sicilia. A no ser que seas un colgado del Don Simón ya sabrás por donde voy. Obviamente me refiero a un soberbio Óscar Mulero y a un maestro de las emociones como Undo. El primero sí que nos abrió de par en par las puertas imaginarias de todo un SónarHall. Con el bocata aun bajando por la garganta arrancó su directo, acompañado para la ocasión de los visuales de Monochrome. Franqueados un año más por esas gigantescas cortinas rojas, nos dejamos llevar durante toda una hora por las atmósferas oscuras y quebradizas, las texturas a veces orgánicas pero punzantes y la electrónica visceral e inteligente del veterano Mulero y su fiel escudero pilotando las imágenes. Por cierto, fotogramas carentes de colores peri sí radiantes de tonalidades: tristes, hermosos, terrenales, unas veces superpuestos, velados, otras quemados, pero siempre certeros en escena y en paralelo a la propuesta sonora de Óscar.
A Undo por su parte le tocó lidiar con luz natural en el SónarVillage. Por cierto, temperatura magnífica la del jueves para disfrutar de tantas horas seguidas de música… Y otra cosa, este año los escenarios se llenaron mucho antes. Incluso apostaría que la afluencia de público para ser esta jornada fue un éxito monumental. Volvamos con el ‘culpable’ de Disconnect (álbum) o Simbenia (EP), dos de los últimos lanzamientos del ahora basado en Palafrugell, y que como no, fueron la columna vertebral de su actuación. Maravilloso el rato que nos hizo pasar a todos (una vez más, y van chorrocientas) con su techno viajero y pop de aguas sintéticas. Bendita su facilidad a la hora de regarnos con arpegios, que también cuando se arranca con el micro. Se agradece tanto ese ‘vocoder robótico’ ante el doloroso ‘autotune’, pesadilla de los tiempos que corren… Uno de los momentos más especiales fue sin duda cuando desde sus cacharros desveló The Arpist, como acostumbro a decir yo siempre que la ocasión lo merece ¡todo un señor tema!
No me salgo de nuestro mapa sin otra mención más que merecida. Ésta sería para Lucius Works Here (Shak Benavides) y Oxlabb, quienes se plantaron en esta 25ª edición en el SónarComplex con una propuesta en directo que ha sido cocinada a fuego lento durante los últimos dos años realmente singular e interesante basada principalmente en lo que yo denominaría minimalismo ilustrado. Experimentación y un tapete entero de descubrimientos. Sonidos y ambientaciones sonoras de artistas innovadores del Siglo XIX, amos de tantos pero tantos conceptos que os invitaría a descubrir… como Nikola Tesla, Satie o Virginia Woolf. Me sobrecogió especialmente su pieza Escrito matemático del disparate (para Lewis Carroll), ya que en 2015 tuve la oportunidad –como Brunetto y en el LiveSoundtracks- de hacer mi particular homenaje a esa obra esencial que forma parte del inconsciente colectivo de varias generaciones, os hablo de Alicia en el país de las maravillas. El diálogo audio-visual propuesto por Shak y Oxlabb, me pareció de lo más emocionante y acertado.
Niño de Elche & Israel Galván
Miedo a nada
Teniendo en cuenta todo aquello que os contaba al principio, lo de Niño de Elche junto al bailaor sevillano Israel Galván sí que fue de otro planeta. Un ensayo desafiante y transgresor plagado de teatralidad y momentos inolvidables. Diría que impensables, pero que va, ya nadie podrá negar que estos dos cachalotes le echaron cojones y los hicieron posibles: ese rato en el vagón del silencio en el AVE y aquello de los auriculares, los guiños a coplas como Maria de la O de Maria Ojer Ferrer o al mucho más cercano en el tiempo Así me gusta a mí del valenciano Chimo Bayo, un Niño a torso descubierto con sus chichas vibrando a la vez que su voz… Todo lo que cuente debe parecer poco. Hay que verlo. El caso es que él y el bailaor incomprendido por los puristas volvieron a inundar de excentricidad, exploración e imaginación el mismo escenario donde Lucius Works Here actuó unas horas antes, el SónarComplex. Desde que Paco Contreras, el ya autoproclamado ex flamenco, saliese embutido en un mono-chándal negro y empezará a recitar como maestro de ceremonias palabras de Antonio Machado, teníamos claro que su Coplas mecánicas volvería a dejarnos boquiabiertos durante su desarrollo y el clímax final que se nos avecinaba luego. Ni mucho menos defraudó. Perdón, defraudaron. Menudo chocazo de arte, ingenio y talento llevan estos dos señores encima. El batiburrillo, en todo momento controlado, eso que lo estrenaban y algún error perdonable se atisbó (como cuando la radio de bolsillo no tenía al principio el volumen que se presume debía tener; también recé por la salud de Galván mientras lo daba todo en la red metálica donde bailaba, zapateaba como alma llevada por el diablo, una vez casi pierde el equilibrio al resbalarse su pierna izquierda) fue soberbio y potente. “Niño” alías “la máquina de samplear humana” demostró de nuevo como la voz es más espacio que cuerdas vocales, por su lado Israel, alías “el bicho de dos patas que se comió una drum-machine”, como el sentido del ritmo es más que mera matemáticas. Son entrañas, es sudor.
Daedelus, George FitzGerald & Kode9
No suelo comportarme de este modo, pero haciendo caso omiso a mis formas, comenzaré por el que más me decepcionó de los tres: Daedelus. Pasa que he visto varias veces al californiano, y esta no ha sido precisamente la que mejor sabor de boca me ha dejado. Lo de ser un dandi-charcutero no hay quien se lo quite ya de encima, es una etiqueta que llevará de por vida, y con mucha honra ¡eh! Sin embargo esta vez ‘disfruté’ menos durante su actuación. Sobre todo cuando se debatía con vocales tuneados y múltiples pistas rítmicas. Sir Alfred Darlington en esos momentos derivaba en confusión. Su sonido, más petado y enrabietado que en otras ocasiones. Por lo demás, como siempre dicharachero en cuanto a la dinámica del resto de piezas. Mutante en cuanto a los tempos y versátil para enchufarnos todo tipo de soniquetes (guiños a Prince incluidos) y golpes. Techno, acid, UK hardcore, drum’n’bass y un largo etcétera donde incluiríamos whale-step con los bajos más gordacos que te puedas imaginar. En esos instantes me recordaba muchísimo a Bassnectar en acción. Ah, otro pellizco, la puesta en escena con el llamado Panoptes (escultura kinética en una disposición volumétrica y semicircular de luz y sombras) resultó un tanto planchazo. George FitzGerald, tal como lo hiciese Bonobo hace unos pocos años, acudió al SónarVillage con músicos de apoyo. En el caso del londinense de un batería, un sostén importante en teclados y máquinas, así como apariciones puntuales de una vocalista. House futurista y melodías hábiles hiladas muy finamente fueron el raquis de su actuación, un directo donde además nos hacía los honores de descubrir en primera persona como suena su último LP All That Must Be (Domino, 2018). En un show bastante bien llevado, correcto, aunque no entrañable, sonaron por supuesto piezas claves del disco como Burns, Outgrown (tema compuesto originalmente y casualmente junto a Bonobo) o Sirens Calls. También piezas míticas como Full Circle (en su versión instrumental).
Lo de Kode9escoltado por tres pantallas donde se iban proyectando los delirios del maestro japonés del Anime Kōji Morimoto, era harina de otro costal. Disfruté como un enano de bosque harto de hidromiel con el vaivén de electrónica revolucionaria, futurista y golpista de Kode9 mientras sudaba la gota gorda bailando esos beats marcados herencia del drum’n’bass, el step, rave hardcore, lo-fi e incluso el footwork; así como sus dislates sintéticos de harmonías y arpegios varios. Frenético y clarividente como siempre en las técnicas compositivas. Lástima que al comienzo de su actuación el volumen saturara (marcaba picos; al rato, todo se solventó con éxito) y que en ocasiones su trasteo con los efectos y repeticiones resultaran un poco trillados. Sin embargo, y vuelvo a decirlo, acompañarse de la parafernalia visual de Morimoto –antes que se me pase, disparada en directo por el artista digital Tom Scholefield, también conocido como Konx-om-Pax- fue todo un acierto. No en vano, y sirva como apunte ‘friki’, el animador y director nipón participó en clásicos como Akira, City Hunter o Robot Carnival, de cuya parte titulada Franken Gears pudimos gozar de algunos de los mejores momentos de todo el show.
Despacio
El acierto ya consabido: Despacio
Y tanto que sí. Merece la pena el ratito de ejercicio subiendo la cuesta hasta su acceso. Que también la paciencia (a veces) haciendo cola bajo el solano para luego acomodar los ojos a la oscuridad casi total solo rota en momentos por alguno que tiraba de la linterna del móvil –no todos vivieron muchos años en un sótano como me paso a mí- pero sobretodo, por la enorme bola de cristal que reinaba toda hermosa ella en medio de la pista circular, solo encendida en los momentos más ‘happy’, a su vez cercada por bloques de amplificadores mono, los ya conocidos como MC1.2KW de McIntosh. Uno se quedaba absorto mirando mientras bailaba ese medidor azul que topaba con su aguja siempre en los 120 vatios. Por cierto, no hace demasiado me enteré que cada uno de ellos pesa la friolera de ¡66 kilos! Una vez dicho todo esto, en nuestros oídos un sonido cálido, exacto y con mucho cuerpo. La magia provenía a su vez de cajas de vinilos harto codiciables, discos a su vez ‘más o menos’ desempolvados de slomo- disco (Day Pulse de BEGIN por ejemplo, en este caso de los más nuevos) o afro-delicias (para que te hagas una idea, tipo Francis The Great - Look up in the Sky / Négro Nature). También se dejaron caer con te-ma-zos de electro-funk, cosas más psicodélicas o clásicos más reconocibles de todos los tiempos. Por citaros uno, el Fly Like An Eagle de la Steve Miller Band en su Extended Meow Mix. Todo, y como te lo podrás imaginar, en un ambiente muy próximo, donde quien no sudaba es porque no era humano. Si te despistabas, corrías el riesgo de quedarte ahí toda la santa tarde. Como nota final, y eso que apenas estuve pendiente de ellos –obedeciendo el mandato que SS.MM. los DJs Magos promulgan de volcar los cinco sentidos en el sonido de la música y no en sus manos o poses en cabina- sí que pude advertir fácilmente, y siempre, que los hermanos Dewaele van más finos en las mezclas que James Murphy, más tosco.
Laurent plays Garnier
Ya nos lo avisaban desde hace meses los mismos compañeros de Sónar “un cumpleaños sin Garnier no hubiera podido celebrarse de la misma forma”. Y es que así fue, el de los altos del Sena no defraudó en absoluto en la primera de sus embestidas. Su primer ‘closing’ de este 2018 ya que luego repetiría el sábado de noche en el SónarPub. Laurent Garnier nos hizo partícipes una vez más –perdí la cuenta de cuántas van ya- de su maestría y fineza en la mezclas. Como guinda a la jornada diurna del jueves nos cogió en volandas y elevó con firmeza hasta lo más alto gracias a un set pletórico de dos horas –desde las 22h hasta las 00h- lleno de grandes pistas. Sus propios temas, tanto originales como remezclas. Sonaron desde su 1-4 Doctor C’est Chouette (firmado para Kompakt) hasta esa especie de techno-jazz borrachuzo e implacable de título The Man With The Red Face que estrenó nada más arrancar este siglo a través de la idolatrada F Communications… y como no, Crispy Bacon, sin duda alguna una de sus blasones favoritos para cerrar sesión, y como ya te lo puedes presuponer, hacerlo dejando el pabellón muy alto. Este caballero es, en sí mismo, por su sabiduría, constancia, y por su incontestable legado… Además de un regalo, El Padre.
Dignos de mención
Por mucho que uno quiera, es imposible jugar a ser Dios y estar en todas partes al mismo tiempo. Tuve que priorizar y, aunque visité por un rato, sacrificar actuaciones completas como las de Ratkje & Barruk: Avant Joik (spoken word vs cantos tradicionales nórdicos; muy experimentales y usando sonidos de campo, naturaleza, etc. Muy complicadas de seguir estas chicas, la verdad. No hubo efecto imán en el sillón del SónarComplex). Kokoko! Cuyo espíritu y propuesta tribal africana respaldada del mejor ingenio y las notas electrónicas de Débruit, me parecieron de lo más colorista y vibrante. Finalmente Rainforest Spiritual Enslavement (esto es los norteamericanos Dominick Fernow -Vatican Shadow- Philippe Hallais y Silent Servant sobre un mismo escenario) soltando una buena bocanada de techno intrigante mutante en formas que no en atmosferas. El DJ set híbrido-housero de Yaeji lo pude degustar de pasada, y el otro aún más retro-disco-funk de Tony Humphries, justo en su tramo final. Ese donde el sabio de New Jersey nos desmontaba bailando clasicotes como el Risin To The Top feat. Storm (versión instrumental de un 12" de Bluejean), el Velocity Funk de E-Dancer o el remix de 1992 de Kevin Saunderson para Cameo y su Money (Reese Revamp Mix). Casi nada.
Con esto y un bizcocho, me merendé el jueves de Sónar Día de dos mil dieciocho.