Reconoce que vive en Rotterdam por el color del cabello de una mujer. Cuando viene por Barcelona, que lo hace y mucho, se queda en un pisito del barrio del Carmelo, allá en las montañas de Barcelona donde no llegan los guiris (o casi). “Holanda era un país interesante en cuestión de arte sonoro en los 80. Al tiempo, el dinero público y los subsidios se empezaron a destinar a otras disciplinas, como pueden ser nuevas tecnologías electrónicas. Las galerías y los lugares donde podíamos actuar artistas como yo han acabado cerrando. Y ahora la tendencia cambia de nuevo. Es curioso porque en ese país hay demasiada ayuda pero poca a la vez. Quiero decir que ayudan a todos los músicos pero sólo un poquito. Se dice que cada trabajo merece su salario, pero a mí me gusta decirlo al revés, cada salario merece su trabajo. Si me dieran dinero por esto me volvería perezoso. Yo necesito de cierta urgencia para seguir creando. Como ahora que conozco mi futuro hasta diciembre pero no más allá. Esta posición difícil creo que es la única válida para un artista”, me comenta el parisino en una amena charla de media tarde de otoño. Acabo la entrevista pensando que si todos fuéramos como Pierre Bastien el mundo sería mucho mejor lugar para estar.
Lleva ya unos días en Barcelona porque viene a actuar al festival LEM, donde se le ha visto varias veces. ¿Qué cree que aporta esta nueva orquesta mecánica?
Propongo un tipo de concierto en el que hay mucho que ver. Cuando actúo solo intento que el público no se aburra con todos esos instrumentos que yo mismo he construído. Lo que hago es colocar una cámara que envía la señal al proyector que a su vez devuelve la imagen a mayor escala. Y todo en directo en tiempo real para que la gente se hunda en el sonido con los ojos. El dispositivo de este concierto en particular es un poco más complicado porque la proyección va a parar a una pantallita que pongo detrás de la máquina principal y donde envío de vez en cuando bucles de películas musicales antiguas. Con lo que esos músicos del pasado se mezclan en la máquina y aparecen también en la pantalla. El concierto mismo produce imágenes. No son imágenes pegadas a la música. Lo que ves es lo que oyes. O al revés, lo que oyes es lo que ves. Lo de trabajar con juguetes supongo que viene porque no soy muy manitas y entonces tengo que trabajar con Mecano.
Que es el juego por excelencia...
Para mi es la mecánica en miniatura. La mecánica no ha evolucionado demasiado en los últimos años. Un coche sigue los mismos principios esenciales de transmisión y de energía. El Mecano tiene todo lo que necesito y me ayuda a trabajar con la música. No necesito hacer agujeros porque los agujeros ya están hechos. Desde siempre me ha gustado salir al escenario con algo que hacer. Lo que me permite poder estar en un escenario es precisamente estar ocupado. Tengo cosas que hacer cada segundo y entonces olvido que estoy ante el público. Temo que el público se aburra porque cuando yo ejerzo de público me aburro muy rápido. Me gustan los espectáculos con riqueza, asi que intento que cada treinta segundos pase algo en mi directo. La primera vez que utilicé en un concierto un mecanismo parecido fue en 1977. En dos días construí una maquinita que tocaba percusión. Ahora pertenece a Pascal Comelade que la utilizó en un tema titulado Moments de bruits pendant le naufrage que creo que habla del hundimiento del Titanic. A Comelade lo conozco de los años 70, de mi primer disco, de nuestros primeros discos en conjunto. Por él conozco a Víctor Nubla, al que conocí un poco después, en los 80. Venía mucho por Montpellier a tocar con nosotros. Eran buenos momentos. Pero también difíciles. No habían tantas oportunidades para nuestro enfoque musical como las hay ahora con los festivales.
Igual eran más marginales... Ahora cualquiera de nosotros, por muy marginal que suene su música, tiene más repercusión de la que podían disfrutar ustedes en los 80...
Puede ser, pero yo diría que por entonces la música instrumental no era tan habitual como lo es ahora. Quiero decir, que éramos muy pocos los que nos dedicábamos a la música sin palabras. La electrónica ha ampliado el gusto por lo instrumental. Eso en el ámbito de la música popular nos ha ayudado. A mí es que la voz no me inspira. Ni por supuesto la palabra, que fija demasiado al que escucha la música. La palabra humana tiene timbres, sí, pero no son los que me interesan. En una charla como la nuestra cada vez que digo una cosa positiva al poco rato pienso que el contrario también sería válido. Por eso no utilizo palabras en mi música. Porque al rato de escuchar la letra pensaría que lo que dice es justo al contrario.
Su manera de reproducir la música tiene tanto de artesano como de romántico...
Mi manera de tocar música denota una posición social y política también. Siempre he dado la espalda a la industria musical. El mainstream nunca me ha atraído. No entiendo por qué uno toca la guitarra eléctrica y luego van millones y le siguen y tocan la guitarra. Y lo mismo con el laptop. Cuando ves que hay tantos timbres interesantes por el mundo te preguntas porque todo el mundo busca los mismos. Tengo unos 300 instrumentos del mundo en mi casa. Me encantan todos esos sonidos que el hombre ha inventado para expresar música. Viajo siempre con una maleta cargada con los 23 kilos de instrumentos autorizadas por las autoridades aeroportuarias y una trompeta que cuelgo sobre mí. Hace poco estuve en Budapest donde visité una tienda de instrumentos folk que hubiera comprado entera pero al final compré el único instrumento que me cabía en la maleta.
Que poco se lleva el humor en el rock y en el pop. Bueno, y en la electrónica también.
Y además en la electrónica, por lo general, se suda poco. Es un trabajo limpio. Yo creo que antes se sudaba más. Nos gustaba más la suciedad.
Entonces no sabe qué es lo que le va a deparar el futuro pero tampoco está muy por la labor de asegurarse unas ayudas con las que ir tirando…
Admiro a muchos artistas y la mayoría de ellos no han recibido nunca ayuda alguna. Me sorprendería saber que Aphex Twin recibiera ayudas del Gobierno. Publicó tres discos míos en Rephlex. De hecho, alguien me dijo que mi álbum Machinations de 2012 fue el último que salió en Rephlex pero no lo sé exactamente. Para la presentación de mi primer álbum me acuerdo que me invitaron a actuar en el Barbican de Londres. Y después de la actuación o un día antes, Aphex Twin estuvo actuando también y dio uno de los mejores directos que he oído. Como se podía molestar a los pájaros, que a las diez de la noche ya estaban durmiendo, pues se decidió que los presentes escucharían concierto a través de auriculares inalámbricos. A Aphex Twin no se le veía. No sé sabía desde donde disparaba la música. Yo sabía que estaba en el edificio porque lo había visto. Lo más curioso de todo es que entendí lo que estaba haciendo cuando más o menos al final de las dos horas que duró su actuación reconocí por entre varias capas de sonido un pedazo de uno de mis temas publicado en Rephlex. Durante cerca de un minuto pude escuchar un extracto de mi tema Avid Diva. Fue entonces cuando entendí que el concierto estaba compuesto de miles de samplers de temas diferentes. Me pareció el trabajo de alguien que escucha muchas horas de música al día. La mezcla de todas las mezclas.
Lo más destacado de lo que puedo ofrecer en el concierto de mañana es toda esa música mecánica mezclada con sonidos del pasado con mi propia manera de tocar la trompeta y varios instrumentos. La combinación de diferentes periodos en un mismo preciso. Había una revista dadaísta en los años 40 y 50 en Bélgica que se llamaba Temps mêlés, en español “tiempos mezclados”, y eso es precisamente lo que me parece importante, mezclar periodos o tiempos. Tan importante como mezclar los compases en un mismo tema. Lo que puede aportar mi manera de hacer música es un groove compuesto de diferentes compases al mismo tiempo. Mis máquinas pueden tocar tres compases diferentes, encima incluyo un bucle de vídeo que aporta también otro compás y yo mismo elijo seguir uno de entre estos cuatro ritmos diferentes. Crea una especie de confusión pero un groove muy especial. No me gusta la música militar y escucho mucha música militar por la vida. La música camina siempre al mismo compás y yo lo que intento es romper la dictadura del compás 4x4. He reflexionado bastante en torno a esto. Mira, cuando era un muchacho escuchaba muchos discos de 78 rpm a través del gramófono de mi padre. Y recuerdo que escuché un directo de Duke Ellington y me decepcionó porque no sonaba el scratch de la aguja que es lo que ensuciaba y añadía otro ritmo al sonido grabado. Si, echaba de menos esas cosas de más joven... Muchas músicas africanas tradicionales suenan como ensuciadas por un ruido o un buzz. Los instrumentos africanos casi siempre vienen con unos aros que vibran para añadir una capa del sonido puro. Los occidentales en cambio prefieren los sonidos limpios o puros. Me da que pensar...
"'Yo no quiero expresarme a través del sonido (…) Prefiero trabajar creando un territorio más vacío para el oyente donde cada uno construya su historia'"